Huevos en su caja de cartón

Huevos en su caja de cartón

Mary Pratt y su arte autobiográfico. Mary Pratt (1935 – 2018) - “Eggs in an Egg Crate”, 1975, óleo sobre tabla, 50 x 61 cm, The Rooms, Memorial University of Newfoundland Collection, Canadá.

Las obras de la pintora canadiense Mary Pratt (“la poeta visual de la cocina”) dejan con la boca abierta a cualquiera. Y no solo por su técnica, que es sencillamente prodigiosa, sino también por la mujer tan sencilla que hay detrás de ellas. Mary Pratt empezó a pintar cuando todavía era una niña y acabó estudiando arte en la Universidad de Mount Allison, donde conoció a su futuro esposo, el también pintor Christopher Pratt. Se casaron en seguida, tuvieron cuatro hijos y las obligaciones domésticas hicieron que abandonase su idea de convertirse en pintora profesional, dejándole esa tarea a su marido, que ya era un artista reconocido. Mary seguía practicando cuando buenamente podía, pero no empezó a pintar sus famosos bodegones hasta unos años más tarde, cuando empezó a utilizar su cámara de fotos para inmortalizar la belleza de lo cotidiano, esos instantes efímeros en los que la luz incidía de una determinada manera sobre los alimentos y objetos de la cocina convirtiéndolos en algo mágico. Esas fotografías le permitían invertir meses y meses a una misma obra, consiguiendo el efecto de inmediatez que siempre había buscado. Y poco a poco, el ama de casa que siempre había estado un paso por detrás de su marido se convirtió en una pintora bastante mejor que él. 

En una época en la que el arte feminista y reivindicativo estaba en pleno auge, esta mujer tan modesta y falta de pretensiones ensalzaba con sus pinceles su mundo, transformándolo en algo casi trascendente y obligándonos a abrir los ojos ante la belleza de lo cotidiano. Sin embargo, el discurso de fondo de todas estas mujeres era similar: la desigualdad entre géneros, si bien es cierto que, mientras otras protestaban para cambiar las cosas, Mary Pratt se conformaba con lo que tenía, tratando de encontrarle un significado.

Este cartón de huevos, bañado por una impactante luz dorada, tiene bastante de autobiográfico. Mary Pratt lo pintó justo después de haber perdido a los gemelos de los que estaba embarazada y de forma casi inconsciente colocó en él seis cáscaras vacías de huevo, una por cada uno de los hijos que había concebido.