Murillo (alrededor de 1650)
Se cree que el gran Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) pintó esta “Vieja con gallina y cesta de huevos” en plena epidemia de peste (los primeros contagios se dieron en Europa en 1649).
Además de la influencia de Caravaggio, Ribera, Velázquez y la pintura holandesa, en este cuadro en el que se funden huevos y arte se revela la conciencia social del pintor, que sufrió apreturas económicas cuando sólo era un aprendiz y tuvo que vender sus pinturas religiosas de pueblo en pueblo para sufragar sus estudios.
Formado en el naturalismo tardío, Murillo era capaz de conseguir retratos como este, llenos de asombroso realismo y precisión.
La anciana sostiene una gallina con ambas manos y una cesta repleta de frescos huevos con el antebrazo. En la expresión y rasgos de su cara (boca desdentada, nariz afilada, ojos hundidos…) se aprecian los muchos sufrimientos y penalidades padecidos en su vida.
Eran tiempos difíciles, sin duda, más aún por la presencia constante de moribundos causados por la peste, que caían en las calles y ni siquiera podían ser atendidos.
El cuadro está lleno de curiosos detalles y contrastes: desde la fina pluma de la gallina que reposa descuidada en el hombro derecho de la anciana, hasta el contraste entre la mano firme que sujeta el cuerpo del ave y la suave delicadeza con que sostiene con la otra las patas del animal.
Los huevos eran uno de los alimentos básicos de la dieta de los españoles del Siglo de Oro: pícaros y soldados, clérigos, nobles y reyes, lavanderas, hilanderas, aventureros que iban a hacer las Américas… en todas las casas había gallinas para el consumo familiar de sus huevos y carne.
El gran Murillo, un observador y retratista excepcional, no podía pasar este detalle por alto.